COSAS QUE SE DICEN EN LA LIBRERÍA
Locos somos todos
Un hombre al que nunca habíamos visto antes y al que nunca hemos vuelto a ver, bajó una mañana las escaleras de la librería mientras estábamos reunidos. Daba la impresión de que iba a empezar a deambular entre los libros, así que Santiago se levantó para atenderle. Algo sospechábamos, porque todos nos quedamos en silencio y escuchamos la conversación:
― ¿Le puedo ayudar? ―preguntó Santi―.
― Sí... eeehhh... ¿tenéis Anna Karénina?
Santi se acercó a la estantería de la "T" y cogió el ejemplar de Cátedra que teníamos en ese momento. Con el orgullo que le da a un librero vender un clásico, se lo alargó.
― Aquí tiene ―le dijo sin soltar el libro―.
El hombre lo miró y acercó su mano. Pero antes de cogerlo, dudó. Miró a Santi a los ojos y dijo:
― Esto... pero... ¿el libro no lo tienen? Yo quería el libro.
Ahí estaba. El principio de incertidumbre haciendo su aparición entre humanos. El momento que todos sabíamos que iba a ocurrir cuando nos quedamos absortos observando la escena. Luego nos daríamos cuenta, pero Santi sólo tenía una respuesta posible para estar a la altura del momento. Y fue lo que dijo:
― No, lo siento. El libro no lo tenemos ―y se giró para volver a colocar el ejemplar de Anna Karénina en su sitio―.
Después, aquel hombre dijó adiós, subió lentamente las escaleras y desapareció. Recordé la primera frase de Anna Karénina y pensé que todas las personas cuerdas se parecen, pero que cada loco lo es a su manera.
Locos somos todos
― ¿Le puedo ayudar? ―preguntó Santi―.
― Sí... eeehhh... ¿tenéis Anna Karénina?
Santi se acercó a la estantería de la "T" y cogió el ejemplar de Cátedra que teníamos en ese momento. Con el orgullo que le da a un librero vender un clásico, se lo alargó.
― Aquí tiene ―le dijo sin soltar el libro―.
El hombre lo miró y acercó su mano. Pero antes de cogerlo, dudó. Miró a Santi a los ojos y dijo:
― Esto... pero... ¿el libro no lo tienen? Yo quería el libro.
Ahí estaba. El principio de incertidumbre haciendo su aparición entre humanos. El momento que todos sabíamos que iba a ocurrir cuando nos quedamos absortos observando la escena. Luego nos daríamos cuenta, pero Santi sólo tenía una respuesta posible para estar a la altura del momento. Y fue lo que dijo:
― No, lo siento. El libro no lo tenemos ―y se giró para volver a colocar el ejemplar de Anna Karénina en su sitio―.
Después, aquel hombre dijó adiós, subió lentamente las escaleras y desapareció. Recordé la primera frase de Anna Karénina y pensé que todas las personas cuerdas se parecen, pero que cada loco lo es a su manera.
Ver Cosas que se dicen en la librería 1: "La biografía "picante" del rey"
No hay comentarios:
Publicar un comentario