Is there
a ghost?[1]
ESCALOFRÍO
EN LA NOCHE
En el
capítulo de hoy de Los
Olvidados quiero hablaros de
una de mis novelas favoritas de 2011, que no apareció en casi ninguna lista de
los mejores libros del año; una novela de género, tan buena que lo dignifica,
con una trama bien urdida y unos personajes inolvidables, escrita por una mujer
británica. Como alguno ya estará diciendo «eh, inútil, se te va la olla, ya
escribiste sobre eso», aclaro: no estoy hablando otra vez de Esperando noticias, de Kate
Atkinson. El año pasado se publicaron al menos dos novelas que compartían todas
esas características, e incluso algunas más. Ahora me estoy refiriendo a El ocupante, de Sarah Waters.
Una breve confesión: dos cosas que me interesan poco o nada son
los animales y los niños. Lo cual no me impide disfrutar de las cartas de
Chandler sobre su gato, de películas como En
busca de Bobby Fischer (que
combina niño y ajedrez, pocas mezclas más coñazo se me ocurren), o de novelas
como La
historia de Edgar Sawtelle (¡niño
y perros!); lo que quiero decir es que un buen narrador puede conseguir que
cualquier tema resulte atractivo, al menos durante un rato. El ocupante trata, entre otras cosas, de la lucha
de clases en Inglaterra, asunto que atrae a un amplio sector de la población,[2]
pero que a mí me aburre profundamente. Los problemas laborales y familiares de
un gánster cutre de Nueva Jersey; un profesor que se traslada de 2011 a 1958 a
través de un agujero temporal para impedir el asesinato de JFK; una película hipnótica, tan irresistible que no puedes dejar de verla hasta que mueres; esos son argumentos que me interesan. Pero
¿el sistema de clases británico? Not
my cup of tea. Y sin embargo, la extraordinaria narradora Sarah Waters
consiguió volvérmelo atrayente hasta el punto de hacerme perder horas de sueño;
no pude dejar la novela ni un minuto y tuve que devorarla de un tirón hasta el
final.
Bien es verdad que a mí me atrapó con el reclamo de lo
sobrenatural: el libro es, ante todo, una terrorífica y absorbente historia de
fantasmas ambientada en una mansión británica después de la Segunda Guerra
Mundial. Pero es mucho más que eso. A partir de un clásico argumento de casa
embrujada a la antigua usanza (en Hundreds Hall, la decrépita mansión propiedad
de la aristocrática familia Ayres, empiezan a ocurrir sucesos inexplicables; un
siniestro ocupante parece irse adueñando de la casa y de la vida de sus
moradores), Waters lleva a cabo un fascinante y crítico retrato de la
Inglaterra de 1947 y una crónica de un cambio social imparable. Hundreds Halls
se convierte así en una metáfora de un mundo que se extingue, y en el que la
clase, los prejuicios y el resentimiento conforman una fuerza tan oscura,
malévola y amenazadora como el supuesto fantasma.
Hay en la novela de Waters muchos y muy variados ecos: por
supuesto, La Caída de la Casa
Usher y Otra vuelta de tuerca, pero
también el horror de Lovecraft, el gótico de Susan Hill y Shirley Jackson, Rebeca, Cumbres borrascosas, las
novelas de Thomas Hardy, Retorno
a Brideshead y Los restos del día. Pero lejos
de hacer un refrito, la escritora mezcla sabiamente sus influencias, transita
con naturalidad entre los diversos géneros con una prosa elegante y directa y,
sobre todo, lleva a cabo un sentido homenaje a la tradición fantástica y gótica
de las literaturas inglesa y estadounidense. Son admirables su profundo
conocimiento y respeto por el género: al igual que Kate Atkinson en Esperando noticias tiene claro en todo momento que está
escribiendo una policiaca, Sarah Waters siempre tiene presente que está
escribiendo una de terror. Sabedora de que estas novelas deben construirse
lentamente, maneja con brillantez un ritmo pausado que va acrecentando nuestro desasosiego, creando una atmósfera opresiva y consiguiendo
que aceptemos la explicación sobrenatural a los misterios como la más probable.
En estos tiempos que corren —literalmente—, en los que la pausa cada día pierde
adeptos frente a la prisa, que uno de los principales alicientes para
recomendaros El ocupante sea su lentitud es un auténtico
gustazo.
En definitiva: si no habéis leído El ocupante y vais a hacerlo, os envidio. Tenéis
por delante una delicia de novela, apasionante, enigmática, inquietante y de
múltiples lecturas. Solo una cosa más. No os aconsejo leerla como yo lo hice: a
solas, de noche, con una lámpara encendida y el resto de la casa a oscuras. Si
lo hacéis, puede que en algún momento oigáis un crujido; os recorrerá un
escalofrío, y quizá os parezca sentir una presencia en la habitación... Y,
aunque os tranquilizaréis diciéndoos que eso es una tontería, creedme, no
querréis mirar hacia las sombras.[3]
[1] Título robado de la
canción que abre Cease to begin, el
segundo disco del grupo de Seattle Band of Horses, que viene al pelo.
[3] Post scríptum
motivado por algo que no pienso dejar pasar: la monumental pifia de un
traductor que pone la palabra okupa en boca de una aristócrata
de los años 40. Lo juro. Página 35. Un fuerte tirón de orejas, señores de
Anagrama.
Muy buena reseña, felicidades. Me encanta Sarah Waters, posiblemente la mejor novelista inglesa actual, y es un placer leerla. "Ronda nocturna" es soberbia.
ResponderEliminar¡Saludos!
Muchas gracias por tu comentario, Ainize. Y por tu recomendación. Yo también disfruto muchísimo leyendo a Sarah Waters, y precisamente no he leído “Ronda nocturna” porque varios forofos consultados me dijeron que era su novela más floja; claro que son los mismos a los que tampoco les acaba de convencer “El ocupante”, que a mí me parece su obra maestra (superior, por ejemplo, a “Falsa identidad”, que también me encantó). Así que te haré caso y leeré Ronda nocturna este verano. ¿No te parece que las novelas de la Waters son muy adecuadas para las noches de verano?
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