JUEVES, 08 DE MARZO DE 2012

TENGAN CUIDADO AHÍ FUERA
Buenos tiempos para la lírica


      Ya sabemos por el tópico que no son buenos tiempos para la lírica. Nunca lo fueron, y menos para la mala. Para la mala poesía digo. Pero nunca está demás acercarse de vez en cuando, no sé, cada semana una vez por lo menos a un buen poema que te deje clavado, que te llegue al fondo. Por eso deslumbra encontrar un poema escrito por Jaime Gil de Biedma en 1959 que podría haber escrito hoy de estar vivo. Parece que el poeta no es sólo un trovador de su tiempo, sino un oráculo, un presagio con manos temblorosas que te pone delante la verdad del mundo, con su belleza y su terrible lucidez.


  
          NOCHE TRISTE DE OCTUBRE, 1959
                                                    A Juan Marsé

Definitivamente
parece confirmarse que este invierno
que viene, será duro.


Adelantaron
las lluvias, y el Gobierno,
reunido en consejo de ministros,
no se sabe si estudia a estas horas
el subsidio de paro
o el derecho al despido,
o si sencillamente, aislado en un océano,
se limita a esperar que la tormenta pase
y llegue el día, el día en que, por fin,
las cosas dejen de venir mal dadas.

En la noche de octubre,
mientras leo entre líneas el periódico,
me he parado a escuchar el latido
del silencio en mi cuarto, las conversaciones
de los vecinos acostándose,
todos esos rumores
que recobran de pronto una vida
y un significado propio, misterioso.

Y he pensado en los miles de seres humanos,
hombres y mujeres que en este mismo instante,
con el primer escalofrío,
han vuelto a preguntarse por sus preocupaciones,
por su fatiga anticipada,
por su ansiedad para este invierno,

mientras que afuera llueve.
Por todo el litoral de Cataluña llueve
con verdadera crueldad, con humo y nubes bajas,
ennegreciendo muros,
goteando fábricas, filtrándose
en los talleres mal iluminados.
Y el agua arrastra hacia la mar semillas
incipientes, mezcladas en el barro,
árboles, zapatos cojos, utensilios
abandonados y revuelto todo
con las primeras Letras protestadas.

Jaime Gil de Biedma


      Un poema a la semana, no pido tanto ni tan poco. No cuesta dinero ni disgustos. La poesía no muerde ni da calambre (bueno, a veces sí). Acérquense a la librería que quieran y hojeen, ojeen sin pudor y con temblor a los poetas muertos sobre todo, y a algunos vivos. Les llenarán de pájaros quizá, o les darán luz en la oscuridad y compañía de sentimiento en los momentos más tenues de la vida. Esta vez, ración doble, porque les pongo aquí un poema de José Hierro que escribió en 1947 titulado Alegría.


          ALEGRÍA

Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
un misterioso sol amanecía.
Era la alegría la mañana fría
y el viento loco y cálido que embiste.
(Alma que verdes primaveras viste
maravillosamente se rompía.)
Así la siento más. Al cielo apunto
y me responde cuando le pregunto
con dolor tras dolor para mi herida.
Y mientras se ilumina mi cabeza
ruego por el que he sido en la tristeza
a las divinidades de la vida.
José Hierro

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