Estimado señor M., Herman Koch, Salamandra, 2016
Desde el feliz descubrimiento de las dos novelas anteriores del escritor holandés Herman Koch, esperábamos con impaciencia su siguiente libro. En su primera novela, La Cena, el escritor abordaba sin ambages una realidad social hipócrita, donde la apariencia, el relativismo moral y la violencia soterrada empapaban el comportamiento de unos personajes en apariencia modélicos, pero que te hacía reflexionar con su ácido y provocador estilo sobre la clase de educación que las sociedades europeas damos a nuestros hijos. Después llegó Casa de verano con piscina, de nuevo un lúcido retrato de las clases acomodadas, donde dos familias comparten verano y falsedades, y se trataban temas como la incomunicación entre generaciones o el sentido de la culpa (anquilosado) en una sociedad aletargada y permisiva en su propia autocomplacencia. ¿Son los inocentes y frágiles tan inocuos como aparentan? ¿Carcome la hipocresía los cimientos de una sociedad? Koch dejaba muchas preguntas incómodas.
Con Estimado señor M. el autor holandés da otra vuelta de tuerca a las miserias humanas a las que pone a hervir lentamente, por medio de un narrador anónimo (en la primera parte del libro) que teje una red de actos obsesivos, ya que vigila, asedia, controla a un escritor de renombre ya en el epílogo de su carrera literaria, pero que décadas atrás tuvo un éxito arrollador con un libro, Ajuste de cuentas. Este narrador, bordeando la enfermedad mental está absolutamente decidido a exponer al detalle la vida íntima de M. premeditando lo que parece va a ser una venganza. Koch va tejiendo una historia de suspense, drama, angustia e ironía en la que cuánto más sabes, más quieres conocer, a través del descarnado perfil psicológico de unos personajes que destilan cinismo pero también inocencia. En la segunda parte del libro, se narra la historia de Herman, un astuto adolescente sobre el que giran las vidas de un grupo de estudiantes y amigos de su misma edad. Sobre todo la de Laura, la aparente perfección encarnada en la chica guapa del instituto, con la que Herman logra tener una relación cuando ésta, deja a su profesor de Historia, Jan Landzaat, con el que mantiene una aventura que no va a terminar muy bien: una noche el profesor acude a la casa de campo donde Laura y Herman disfrutan de la soledad amorosa adolescente, y allí, ante un paisaje completamente nevado, con el coche averiado, Landzaat desaparece para siempre. Esta historia es la que narra el señor M. en Ajuste de cuentas, la obra que lo hizo conocido, y que se basa en el triángulo amoroso protagonizado por Herman, Laura y el profesor. M. escribe la novela dando por claros sospechosos de la desaparición de Landzaat a la joven pareja, pero entenderemos pronto que M. tiene una personalidad capaz de tergiversar los hechos por lograr el éxito. Y aquí reaparece el narrador que ya sabemos que no es anónimo, que con su obsesión parece querer saber la verdad de aquellos hechos, puesto que si la historia que escribió M. en Ajuste de cuentas fuera falsa, condenaría a dos jóvenes inocentes a un futuro mancillado para siempre por la sombra de la sospecha. Koch avanza con la novela describiendo satíricamente el mundo literario en el que se mueve el señor M. y el final del libro es puro suspense, con cambios de registro y una tensión narrativa única, mezclando intriga, culpa, humor, emoción o inocencia de manera ingeniosa e inteligente.
Koch envuelve Estimado señor M. con un estilo propio mezcla de extrañeza y suspense, como un mecanismo perfectamente ensamblado en el que iremos encajando las piezas de toda la narración, intuyendo a cada página que algún sobresalto inesperado y más vibrante está por llegar. Lean a Herman Koch y sigan dándole vueltas a sus giros y a esa realidad perversa que describe, haciéndonos preguntarnos de manera perturbadora, qué clase de personas somos y qué sociedad hemos construido.
Con Estimado señor M. el autor holandés da otra vuelta de tuerca a las miserias humanas a las que pone a hervir lentamente, por medio de un narrador anónimo (en la primera parte del libro) que teje una red de actos obsesivos, ya que vigila, asedia, controla a un escritor de renombre ya en el epílogo de su carrera literaria, pero que décadas atrás tuvo un éxito arrollador con un libro, Ajuste de cuentas. Este narrador, bordeando la enfermedad mental está absolutamente decidido a exponer al detalle la vida íntima de M. premeditando lo que parece va a ser una venganza. Koch va tejiendo una historia de suspense, drama, angustia e ironía en la que cuánto más sabes, más quieres conocer, a través del descarnado perfil psicológico de unos personajes que destilan cinismo pero también inocencia. En la segunda parte del libro, se narra la historia de Herman, un astuto adolescente sobre el que giran las vidas de un grupo de estudiantes y amigos de su misma edad. Sobre todo la de Laura, la aparente perfección encarnada en la chica guapa del instituto, con la que Herman logra tener una relación cuando ésta, deja a su profesor de Historia, Jan Landzaat, con el que mantiene una aventura que no va a terminar muy bien: una noche el profesor acude a la casa de campo donde Laura y Herman disfrutan de la soledad amorosa adolescente, y allí, ante un paisaje completamente nevado, con el coche averiado, Landzaat desaparece para siempre. Esta historia es la que narra el señor M. en Ajuste de cuentas, la obra que lo hizo conocido, y que se basa en el triángulo amoroso protagonizado por Herman, Laura y el profesor. M. escribe la novela dando por claros sospechosos de la desaparición de Landzaat a la joven pareja, pero entenderemos pronto que M. tiene una personalidad capaz de tergiversar los hechos por lograr el éxito. Y aquí reaparece el narrador que ya sabemos que no es anónimo, que con su obsesión parece querer saber la verdad de aquellos hechos, puesto que si la historia que escribió M. en Ajuste de cuentas fuera falsa, condenaría a dos jóvenes inocentes a un futuro mancillado para siempre por la sombra de la sospecha. Koch avanza con la novela describiendo satíricamente el mundo literario en el que se mueve el señor M. y el final del libro es puro suspense, con cambios de registro y una tensión narrativa única, mezclando intriga, culpa, humor, emoción o inocencia de manera ingeniosa e inteligente.
Koch envuelve Estimado señor M. con un estilo propio mezcla de extrañeza y suspense, como un mecanismo perfectamente ensamblado en el que iremos encajando las piezas de toda la narración, intuyendo a cada página que algún sobresalto inesperado y más vibrante está por llegar. Lean a Herman Koch y sigan dándole vueltas a sus giros y a esa realidad perversa que describe, haciéndonos preguntarnos de manera perturbadora, qué clase de personas somos y qué sociedad hemos construido.
Pablo Bonet Ayllón
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